Los Bonsáis al contrario de lo que opina la mayoría de la gente, no son originarios de Japón, su origen está en China, de donde pasa a Japón en el siglo XII. En China se les conocía como Penzai y fue Rai Sanyô, poeta confucionista y amante del estilo chino el que utiliza por primera vez la palabra Bonsái, para referirse al arte de cultivar plantas enanas de una forma estéticamente agradable.
Japón es el que “exporta” esta idea al resto del mundo, a través de los soldados americanos que ocuparon Japón, tras la Segunda Guerra Mundial. Lo curioso es que Japón, que es donde surge el auge y expansión de esta forma de cultivar plantas, este cultivo está ahora en declive y es en el resto del mundo occidental es donde está más de moda.
Los Bonsáis tienen distintos tamaños y dependiendo de este se suelen clasificar en miniatura, pequeño, medio y grande. Los cuidados que necesitan estos árboles en miniatura, son los mismos que necesitaría el mismo árbol si creciese en libertad. Sus necesidades de riego, abono y luz dependerán de la especie, pero son exactamente los mismos que necesitan las especies en su tamaño original.
Crear un Bonsái, es un ejercicio de paciencia, producto de muchas horas y horas de trabajo, a través de muchos días, meses y años de dedicación por un artista de la horticultura. Pero la maravilla de este ejercicio de paciencia y dedicación es que cualquiera puede llevarlo a cabo. Hay ejemplares que están dentro de una familia durante años, y pasan de generación en generación como un legado cultural.
Si al final decides que quieres dedicarte al cultivo de los Bonsáis, puedes empezar de muchas formas distintas, desde comprar uno, hasta buscar una planta en la naturaleza que pueda adaptarse a esta forma de cultivar. Debes de tomarte tu tiempo para decidir que tipo de Bonsái quieres, cuales son tus esperanzas y tus deseos sobre el y por supuesto necesitas consejo y asesoramiento para que el resultado final sea el esperado.